Todos somos Marco
Experto en decensos
Soy Marco, el que navega de día en día como si atravesara
continentes inhóspitos e inexplorados.
Viajo de lunes en lunes como quien va de una isla a otra,
como quien recorre valles y desiertos sin equipaje, sin provisiones y sin agua.
Soy el viajero de lo cotidiano. Me voy de rumba, me
enamoro, me siento solo, me deprimo y al final no sé cómo salir de los
infiernos.
He visto monstruos allá abajo, en las zonas de sombra, en
los recónditos laberintos del inconsciente.
He pensado en el suicidio, en irme lejos, donde nadie
conozca mi nombre. He soñado con ser monje cartujo, pigmeo, marinero o
esquimal.
Siempre estoy ausente, lejos, ensimismado. Es difícil
atraparme.
La ciudad es una cebolla y exploro cada capa con la misma
intensidad.
He amado con pasión, con angustia, al filo del abismo. Y
también me he despertado en medio de la noche sabiéndome completamente solo,
sin nadie, como un Robinson Crusoe extraviado en esta ciudad de lluvias y
tormentas. Un Robinson vagabundeando de calle en calle, nómada, sin tribu ni
familia. Un Robinson cabizbajo que se hunde en las peligrosas noches de una
ciudad fantasmagórica.
Soy Marco, el enamorado, el solitario, el náufrago. Pero
también soy Jorge, Carlos y Fidel. Soy Amanda, Carmen y Lulú. Soy del sur y del
norte, del Defectuoso y Buenos Aires. Soy de Lima y Montevideo, de La Habana y
Santiago.
Soy heterosexual, bisexual, homosexual, transexual,
asexual. Me gusta todo el mundo y no me gusta nadie. Me acuesto con todos y con
ninguno. Todas las camas de la Tierra son mías y en ninguna puedo dormir. Sé
que detrás de cada caricia se esconde un inmenso dolor y que todo amor es el comienzo
de una larga caída. Jamás digo te amo y nunca aprendí a decir adiós. Al final,
siempre duermo a la intemperie.
Conozco el pecado como pocos. Soy experto en descensos, en
hacerme daño, y me cuesta mucho rescatarme.
Todas las noches sueño con el Sputnik
Conozco puertas que conducen a otros mundos, pasadizos
secretos, túneles interdimensionales. La realidad es un laberinto y yo sé dónde
está la salida. Soy el aventurero de las dimensiones desconocidas, el caminante
de los universos paralelos. Todas las noches sueño con el Sputnik. Soy el piloto
de las aerolíneas de Dios. Soy el psiconauta que al final siempre se acuesta
solo y en posición fetal.
Me dicen que necesito ayuda, que debo ir al psicólogo, que
debo convertirme en el dócil discípulo del terapeuta. Mi estado natural es la
melancolía. Soy siempre el problema, el obstáculo, alguien del que es imposible
sentirse orgulloso. No me interesa la política sino la po-lírica. La enfermedad
es una antigua conocida y siempre me curo a punta de palabras.
Soy experto en desilusiones. No tengo planes, no me
aferro, sé que toda esperanza es una trampa. Paso las noches en vela navegando
hacia la nada. Mi soledad es mi única riqueza. No me miento. Perder es mi
consigna.
Ayer es hoy, mañana es hoy, todos los tiempos se
precipitan hacia el ahora. Voy dando la vuelta por un laberinto en el que
siempre termino frente al mismo espejo. Pasado, presente y futuro no son más
que metáforas maleables de una misma curva.
Carpe Diem.
Un día me moriré como cualquiera y entonces volveré con
otro nombre y otro rostro, encarnaré en otro cuerpo y tendré otra cara. Seré
indio, rubio, negro, mestizo o zambo. Me llamaré José, Raquel o Guadalupe. Seré
paisa, porteño o mexicano. Morir no es más que viajar hacia el siguiente
nacimiento.
Siempre estaré en tránsito y espero algún día aprender a
ascender, aprender a ser superior a mis desgracias y a mis más hondas miserias.
Tomado de una lectura de Mario Mendoza.